Por Carolina Resch
Cuando Messi sube a un escenario, no hace falta que haya una pelota. Basta su presencia para que el aire cambie, para que la gente se quede en silencio esperando escuchar algo más que fútbol.
Y eso fue exactamente lo que pasó durante el America Business Forum Miami 2025, celebrado en el Kaseya Center, donde el argentino más famoso del planeta volvió a demostrar que su grandeza no se mide solo en goles, sino también en gestos, en pausas, en silencios que dicen más que mil discursos.
“Uno siempre vuelve a los lugares donde se siente querido”, dijo alguna vez. Y Miami lo ha querido desde el primer día. Lo recibió como ídolo, lo celebró como campeón del mundo y hoy lo escucha como un referente que inspira desde otro lugar.
Su participación en el foro de negocios no fue solo una aparición mediática: fue un mensaje. Habló de familia, de perseverancia, de la importancia de hacer las cosas bien —aunque nadie mire—. De trabajar en silencio, con los pies en la tierra, incluso cuando el mundo entero te pone en un pedestal.
Mientras en el estadio retumbaban los aplausos, yo pensaba en lo que representa Messi para los argentinos que vivimos afuera.
Nos recuerda que se puede empezar de nuevo, adaptarse, reinventarse. Que no hay edad para cambiar de país, de idioma o de rumbo, si el corazón sigue latiendo al ritmo de lo que uno ama.
Y ahí, en ese contraste entre la estrella y el ser humano, está lo que más me conmovió: verlo cómodo, sereno, casi vulnerable, hablando de cosas simples y profundas a la vez. De cómo se educa a los hijos en un mundo que a veces parece perder la brújula. De cómo el éxito no sirve de nada si no se comparte. De cómo la felicidad —esa palabra tan esquiva— no siempre está en los trofeos, sino en las personas con las que los compartís.
En el Kaseya Center, Messi fue más que un jugador. Fue un espejo donde muchos nos vimos reflejados. Y quizá ese sea su mayor logro: no hacer que queramos ser él, sino recordarnos quiénes somos nosotros.
Porque detrás del mito, hay un hombre.
Y detrás del hombre, un mensaje que atraviesa fronteras: la verdadera grandeza no se grita, se demuestra.





